Érase una vez, hace un tiempo no muy lejano...
en la víspera de navidad del pasado año, un niño que lloraba en las calles del barrio bajo, lloraba porque se había caído y no tenia a nadie quien lo pudiera consolar, su nombre era Oliver.
Oliver soñaba con ser parte de la Guardia Armada, sin embargo sabía que era cobarde, todos los días los niños más grandes lo fastidiaban, si no hacia lo que les decían lo golpeaban.
Oliver se sentía con mucho miedo y no los enfrentaba, así que se rendía y hacia todo lo que les decía, mas que nada, era buscar el balón de fútbol cuando se iba lejos, o ser él mismo el balón, y si que lo era muchas veces, pero no se quejaba, niños estarían peores, por lo menos él tenia comida.
Había una señora mayor que todas las noches le daba un plato de comida, y el con gusto la recibía y le daba gracias a ella y a Dios, pues por lo menos comía y no tenia ninguna enfermedad, se consideraba a veces valiente, por aguantar todas las cosas que le hacían los otros niños y por soportar las vulgaridades de las personas adultas, se consideraba valiente por soportar, pero dentro de su mas profundo ser, sabia que aguantar era de cobardes y enfrentarse era de valientes, ahora se encontraba en un aprieto, Oliver no sabia que hacer, pues se cayó porque venia huyendo, huyendo de los maleantes del barrio bajo, olían raros cargaban botellas y unos porros, si caminaba mas lento lo alcanzarían, si corría le dolería la rodilla, lloraba porque no tenia a nadie a su lado, porque en los momentos mas desamparados no lo ayudaba nadie, porque no era un niño feliz con una familia feliz, pensar en una familia era un cuentos de hadas para él, de pronto el farol de luz que iluminaba la calle se apagó, oscureciendo todo a su alrededor, y lo único que pensó fue "Gracias a Dios" los maleantes llegaron a la calle pero no vieron nada y siguieron adelante, sin prestar atención que Oliver se encontraba allí, delante de sus narices, pero en fin, este no es un cuento de hadas, esto es una realidad que puede pasar, Oliver comprendió que no estaba solo, que Dios lo observaba y lo ayudaba, Oliver supo entonces que Dios era su familia.
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